EL BAÚL
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miércoles, 30 de marzo de 2011
LOS ABUELOS DEL LLORÉU
Hace unos días escuché un comentario, que sin tener la intención de darle mayor importancia ni sacarlo de contexto, sì que se quedó dándome vueltas en la cabeza. A groso modo, venía a decir que los abuelitos se apelotonaban a la entrada del cole entorpeciendo la salida de los niños y dificultando a los padres la recogida de sus hijos.


La figura de los abuelos. Todas las mañanas suben en procesión con la mochila de Toy Story a la espalda y el nieto de la mano. Premio a tantos años de trabajo. Ignorados por una sociedad inmersa en la cultura de la estética y la juventud. La edad está trasnochada para los tiempos que corren. Antes un Villa que un Vargas Llosa.

Estos abuelos vivieron años difíciles y trabajo muy duro para cubrir las necesidades más esenciales de su familia. Eso sí, con unos valores que funcionaban como verdaderos pilares sociales. Cualquier negocio se cerraba con un apretón de manos y la palabra “hecho”, y eso iba a misa. En los autobuses no había asientos para ancianos. No era necesario, se levantaba todo el mundo. Tenían valores sociales de grupo, de conjunto, de formar parte de un entorno y en definitiva de una sociedad.

Estos abuelos fueron un ejemplo en todo el mundo por su saber estar durante la transición. Supieron dejar atrás cuarenta años de dictadura, pasito a pasito, sin levantar demasiado polvo.

Y llegamos al periodo de la evolución tecnológica y de la involución del ser humano, por lo menos en lo que a valores se refiere. Aparece el GPS y perdemos el norte. Nadie hace cosas de forma altruista, crea desconfianza en los demás. Nos volvemos individualistas, nos importa un bledo lo de alrededor, sólo levantaremos la voz para preguntar que hay de lo mío, consumimos con una vorágine enfermiza, y para ello nos creemos el papel protagonista que nos dan en esta película de fantasmas.

No me extraña que los abuelos se encuentren un poco perdidos, o asustados, o avergonzados, o quizá un poco de todo. Pero todos tranquilos. Sus valores están muy arraigados. Ellos sí pueden ser altruistas. La familia es muy importante, hasta el punto de renunciar al merecido descanso por cuidar de sus nietos. Sabedores que con la edad se vuelven lentos y porque la responsabilidad les pesa, se apelotonan delante de la puerta del cole creando un pequeño tapón para ver a sus nietos salir. Y léase que he escrito lentos, no torpes. Los torpes somos los que estamos detrás por no valorarlos en su justa medida.

Llorián Rivera

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