EL BAÚL
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miércoles, 21 de noviembre de 2007
La batalla de los libros: un proyecto compartido escuela-familia






Para Jovino López Díaz-Villabella, compañero de adolescencia, con quien compartí proyectos que hicieron de nosotros lectores apasionados.
Saber leer es uno de los aprendizajes escolares fundamentales. Aprender a leer es un proceso lento y complejo que concierne sobre todo la escuela primaria y secundaria… pero que continua durante la vida adulta. En realidad, el aprendizaje de la lectura va mucho más allá y sigue desarrollándose incluso en la universidad y la vida profesional.

Leer no se limita a conocer las correspondencias entre los sonidos de la lengua y las letras para descifrar. Es mucho más complejo que reconocer e identificar las palabras hasta conseguir transcribir oralmente un texto escrito. Leer es comprender. Esta fórmula breve y lapidaria merece un momento de reflexión. Cuando nuestros alumnos leen la consigna de un ejercicio de matemáticas, por ejemplo, deberán reconocer la organización sintáctica de las frases y el léxico utilizado, de manera que deben darle sentido al problema formulado y poder así realizar la tarea. Eso mismo ocurre en todas las materias escolares. Los textos son diversos (relatos históricos, pequeñas exposiciones y explicaciones científicas, textos de instrucciones, cartas, cuentos, poemas, los primeros libros de la literatura juvenil, etc.), sus características y finalidades distintas pero, en todos los casos, se tratará de descubrir y poner en relación las informaciones contenidas para construir la significación del texto. La comprensión de textos no es el resultado de una simple «inmersión» o «baño en el escrito», es necesario guiar la comprensión cuestionando los textos y realizando actividades metódicas. Algunas veces, «naufragar» en la incomprensión supone un estímulo para continuar «navegando» en el texto y «sacar a flote» su sentido.

La mayoría de niños, a partir de los cinco o a los seis años, disponen de las capacidades cognitivas y lingüísticas suficientes para iniciar el aprendizaje sistemático. Pero, desde las primeras etapas del aprendizaje, sabemos que factores como el lenguaje hablado rudimentario, el interés y la motivación hacia la lectura, las prácticas familiares de la lectura y la herencia de condiciones socioculturales de aquellos que proceden de medios desfavorecidos influyen en el desarrollo de la lectura.

Los resultados de las encuestas internacionales indican una tasa preocupante de lectores precarios al finalizar la enseñanza obligatoria. Desgraciadamente, la batalla de la lectura no está ganada y sus principales obstáculos se encuentran en el contexto social actual. En este espacio limitado, me limitaré a hacer una recomendación entre las muchas que valdría la pena comentar: la realización de proyectos compartidos con las familias.

Los padres son los interlocutores privilegiados de la escuela. Los intercambios regulares con los profesores deberían contribuir a comprender las tareas escolares y a coordinar las formas de actuar. Enseñar a leer es competencia y obligación del profesorado pero desarrollar la lectura es una responsabilidad compartida. Encontrarse para hablar de la lectura ayuda y permite aclarar la complementariedad educativa. Un proyecto compartido sobre la literatura juvenil, en el que los libros viajan entre las familias y la escuela, de un alumno a otro, sensibilizado a los padres sobre su papel (como la lectura regular de textos antes de acostarse), desarrollando una cultura literaria al servicio de la adquisición de los conocimientos, limitando el tiempo delante del televisor… es lo que yo llamaría la batalla de los libros.

Las formas de combatir el fracaso escolar asociado a la lectura son diversas. Cada centro escolar puede encontrar sus propias estrategias para ganar esa batalla.

Joaquim Dolz Mestre
Doctor en Ciencias de la Educación y Catedrático de Didáctica de las Lenguas y Formación del Profesorado de la Universidad de Ginebra

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